Estamos a agosto y una conversacion con mis compañeros de trabajo me ha recordado lo cerca que está la vendimia.
Es esa época del año en que sabes exactamente que tienes que hacer. Vendimiar.
Para mi, ésta época me trae recuerdos agridulces. Normalmente me tengo que ir muy para atras en la memoria para poder disfrutar de los mejores recuerdos.
Estos suelen ser aquellos en que el mundo no abarcaba más allá de lo que la vista podía ver de una atacada, y la humanidad se limitaba a mi familia, y a un señor que venía a ayudarnos a la cosecha. Son recuerdos de rodillas "esolladas" y tierra en las zapatillas, e incluso algunos dias, la ropa llena de barro. Eran dias de comer mazorcas de maiz y setas de parra asadas.
No es cierto que cualquier tiempo pasado fuera mejor, pero si es cierto que cuando se recuerdan con gran añoranza, estos pasan a ser mejores. Para mi la vendimia, no deja de ser un tiempo, semanas lo más, en que ves amanecer, y prácticamente ponerse el sol en el campo, mientras que Lorenzo te deja el cuello negro de tanto azotarte. Sin embargo miro hacia atras, y recuerdo esas cuevas o magníficos castillos, que explorabas con una gran excitación, esperando encontrar un tesoro, o a un barbudo desconocido que te invitara a pasar las mayores aventuras. Hoy miro al mismo sitio, y mi mirada no me desvela más que una pequeña cantera o un puente de cemento sobre un arroyo que ya ha olvidado cuando fue la última vez que llevó agua.
Recuerdo con alegría esos dias en que, mientras los vendimiadores trajinaban en las parras, a mi me daban via libre para acercarme a explorar una casa medio en ruinas, con la ilusión de encontrar alguna moneda de cualquier bandolero que dejara olvidada o se le cayera del bolsillo mientras se escondía de los "perseguidores".
Normalmente lo más que me encontraba era la hoja de una navaja que yo podía tomar como un pequeño sable, a riesgo de coger quién sabe que enfermedad.
Tambien pienso en las veces, que aun más pequeño, me resguardaba de Lorenzo bajo el remolque, mientras con uvas y palotes hacía inertes monigotes que en mis manos cobraban vida.
Eran otros tiempos, y por tanto otra vida.
Ahora la vendimia ha perdido toda esa magia, las casas derruidas son muros de tapia que con cada lluvia pierden más terreno, y las navajas oxidadas y viejas no dejan de ser eso, alimento para la herrumbre. Pero aun asi, la vendimia siempre tiene algo de especial en los pueblos en que se trabaja un año entero para, en unas semanas, cosechar el sudor y esfuerzo de todo un año.
3 comentarios:
Joer macho, me has hecho saltar las lágrimas. En Madrid (capital) no tenemos de eso que llamáis vendimia, pero qué niño madrileño no ha visto el Bernabéu en la acera de su portal, o el Tourmalet en las cuestas del Retiro, o imaginado a una princesa cautiva en la Torre de Lodones al pasar a su lado camino de la sierra, o ser Aurelius Maximus con su cuádriga por los caminos de la Casa de Campo...
snif, snif
Nos estamos haciendo mayores. Una pena.
[...] Sin embargo miro hacia atras, y recuerdo esas cuevas o magníficos castillos, que explorabas con una gran excitación, esperando encontrar un tesoro, o a un barbudo desconocido que te invitara a pasar las mayores aventuras [...]
¿Seguro que eran comestibles esas setas de parra que te apretabas?
Siento romper el ambiente tan bucólico. Todos hemos sido niños, pero como las series que veíamos en esa época, si las vuelves a ver pierden toda la magia.
Sólo pienso qué diran los niños de ahora cuando lleguen a nuestra edad y les entre esta nostalgia. ¿Dirán cosas como "recuerdo las tardes que pasaba yendo a clases extraescolares" o "cómo echo de menos cuando me quedaba horas pegado delante de la tele o la consola"?. En cualquier caso, creo que hemos sido una generación afortunada, porque hemos vivido una infancia bastante plena, sin las penurias de nuestros padres y sin el alienamiento de los de ahora. ¿No crees?.
Publicar un comentario